Tenían que haber salido de manera definitiva, no solo como una prueba, en 2015. Muchos daban ya por muertas a Glass, las gafas de Google que tanto impacto causaron en su estreno en febrero de 2013.
Cuatro años después vuelven renovadas y con un giro importante. Google prescinde de los usuarios particulares y el mercado de consumo. Desaparecen los exploradores, como denominaban a los primeros usuarios que experimentaron y crearon aplicaciones para este formato, y nacen los clientes que compran las gafas y servicios adaptados a través de distribuidores.
El diseño ha cambiado. Ya no parecen tanto un cachivache tecnológico, la colaboración con Luxottica, la marca que fabrica también las gafas Ray-ban, ha dado como fruto un aparato más ligero, adaptado a la cara y con una patilla y montura intercambiables. La patilla izquierda es similar a la de cualquier gafa, la derecha es la tecnológica. En su interior se esconde un nuevo procesador.
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